Cuando cada amanecer presagiaba una nueva aventura y cada noche nacía una nueva luz enmarcada sobre un techo de estrellas. Cuando aún no había aparecido la primera decepción, el primer desengaño, la primera arruga, la primera cana.
Cuando las ilusiones lo embargaban todo, iluminando el camino con una paleta de colores resplandecientes, y los grises no se vislumbraban a los lados del camino.
Libro para leerlo con condescendencia, como lo hace ahora el autor que no se reconoce en las páginas amarillas de aquellos tiempos.
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