A comienzos del siglo XVIII, los asentamientos europeos de habla inglesa se extendían sobre la costa norteamericana del Atlántico, desde el sur del actual estado de Maine hasta Carolina del Sur. A diferencia de las francesas y holandesas, que siguieron mirando siempre hacia Europa, estas colonias inglesas volcaron pronto su interés en aquel nuevo continente en cuya orilla oriental vivían.
Reforzando este modelo expansivo colonial, desde el momento de su independencia (1783), los Estados Unidos experimentaron un proceso de expansión demográfica, territorial y económica que, junto con la consolidación de su sistema democrático, puso las bases de la gran potencia mundial en que pronto se convertirían.
Reforzando este modelo expansivo colonial, desde el momento de su independencia (1783), los Estados Unidos experimentaron un proceso de expansión demográfica, territorial y económica que, junto con la consolidación de su sistema democrático, puso las bases de la gran potencia mundial en que pronto se convertirían.
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